En un tiempo donde los valores han perdido su significado, historias como esta adquieren mayor relevancia que nunca.
Hoy no hablaremos de bonsái, hablaremos de personas.
Conicidiendo con el centenario de lo que podemos considerar una de las mayores gestas de la humanidad quiero dedicar un pequeño homenaje a lo que es sin duda un ejemplo de coraje , valor y determinación . No así de suerte.
Esta aventura es una exaltación de la amistad, la lealtad, la superación personal y el amor a la ciencia y la naturaleza. Porque si algo diferencia la expedición de Scott de la de Amudsen, es que fue una expedición de carácter científico. Amudsen quería llegar al Polo Sur lo antes posible y marcar un hito en la historia. La expedición británica , sin embargo, realizó diversos viajes en la Antártida, entre ellos el del polo Sur, con el afán de recuperar la mayor cantidad de datos y muestras científicas posibles. Entre sus expedicionarios había autoridades académicas en diversos campos científicos, tales como la zoología, la meteorología, la geología y la oceanografía, ellos querían dejar algo más que su nombre para las generaciones posteriores.
Si algo impresiona , es que estos tipos estaban dispuestos a jugarse literalmente la vida sin titubear con tal de contribuir al conocimiento científico. Realizaron un viaje épico en pleno invierno antártico, suicida con los medios de esa época , únicamente para alcanzar una colonia de pingüino emperador y conseguir unos huevos, ya que este ave era muy desconocida y no existían huevos en ningún museo del mundo por aquel entonces. Otro ejemplo: el grupo que consiguió llegar al Polo, formado por Scott y cuatro hombres más, nunca se deshizo de 14 kilos de muestras geológicas que llevaban en el trineo, a pesar de que ya presagiaban su muerte por agotamiento e inanición a pocas millas de un depósito de víveres.
La expedición del Terra Nova, nombre del barco que les condujo a la Antártida, se enmarca en el final de la época dorada de las grandes expediciones. Tiempo después, con la Primera Guerra Mundial de por medio, la mecanización y la tecnología terminarían con esta forma heroica e inhumana de afrontar estos viajes extremos. Tal era el coste y la complejidad de una de estas expediciones en la época, que la conquista del Polo Sur se ha comparado con la carrera espacial y la conquista de la Luna.
El Terra Nova
Hasta ese momento la Antártida era un continente absolutamente desconocido. No existían mapas ni referencias. Con lo único que contaba Scott era con los datos del viaje de Ernest Shackleton, otro mito de las expediciones antárticas, hasta el paralelo 88°. Las condiciones de la Antártida, con las temperaturas más bajas del planeta, vientos huracanados, glaciares descomunales, una superficie helada muchas veces impracticable y sembrada de enormes grietas y un recorrido de más de 1.500 millas, requería al menos dos años de estancia permanente en el continente para alcanzar el polo (fue el caso de Amudsen, tres en el caso de la expedición del Terra Nova). Era necesaria una gigantesca infraestructura: toneladas de material de expedición y científico, material para construir una base permanente, material de expedición y toneladas de combustible y comida para 65 hombres, 19 ponis y 34 perros durante toda la estancia. Sólo llegar a la Antártida en barco ya era de por sí arriesgado (el Terra Nova estuvo a punto de naufragar y el hielo reventó al Endurance de Shackleton en 1914 en otra expedición mítica).
Para llegar al Polo Sur era necesario recorrer tres zonas muy diferentes: la mencionada plataforma de Ross, el glaciar Beardmore (un gigatesco glaciar de 160 km que atraviesa la cadena montañosa Transantártica) y parte de la meseta antártica. Había que hacerlo obviamente durante el verano. Desde la base hasta el polo había una distancia de más de 1.500 millas y el viaje para el grupo de Scott, el que llegó al polo, duró cinco meses. Cuando llegaron encontraron una bandera noruega y una nota de Amudsen, pero esto no les desmoralizó. Murieron durante el regreso a unas 11 millas de un depósito de víveres.
Plataforma o Barrera de Ross
Glaciar Beardmore
Meseta o planicie antártica
¿Cuál era la estrategia para llevar a cabo tal hazaña? Pues algo parecido a lo que se realiza en una escalada a un ocho mil, sólo que extendiéndose más de dos mil kilómetros en la horizontal en vez de en la vertical. Se van instalando a lo largo de todo el recorrido depósitos de material, víveres y combustible. Para ello, se organizan varias expediciones previas de varios equipos de hombres, cargados con toneladas de material que van montando estos depósitos y dando media vuelta al llegar a un determinado punto: algunos recorrieron parte de la plataforma de Ross, otros llegaron hasta el pie del glaciar Beardmore, otros llegaron a la cima del glaciar, unos pocos recorrieron un pequeño tramo de la planicie y finalmente el equipo de Scott, formado por Wilson, Oates, Bowers y el marinero Evans llegó hasta el polo. La idea es ir cada vez más ligero de equipo y tener los víveres para el viaje de regreso distribuidos a lo largo de todo el trayecto.
El principal medio de transporte elegido por Scott, que para algunos fue el motivo de la tragedia, fueron ponis siberianos y de manchuria. Sin embargo, en la plataforma de Ross también se probaron trineos a motor (dieron mal resultado y fueron más bien una cuestión experimental) y se llevaron perros hasta la base del galciar Beardmore. Más allá del glaciar, Scott apostó por tirar ellos mismos de los trineos equipados con esquís (algo también criticado). La estrategia seguida por Amudsen fue ir con los tiros de perros hasta el mismo Polo Sur. Partió con gran cantidad de ellos, ya que los animales más débiles o que murieran servirían de alimento a los más fuertes. Scott no creía posible subir el glaciar Beardmore con trineos tirados por perros y además le repugnaba la idea del sacrificio de los animales como parte de la estrategia para llegar al polo. Antepusieron siempre su integridad moral y sus principios a su propia integridad física.
Los grupos estaban generalmente compuestos por 4 hombres
En realidad, la muerte de Scott y sus compañeros se debió más bien a un cúmulo de desgraciadas circunstancias. Las principales fueron un tiempo pésimo en la plataforma durante el viaje del regreso (se registraron temperaturas absolutamente inusuales para la época, que con frecuencia pasaban los -40 °C), un terreno complicadísimo, la pérdida inexplicable de gran parte del queroseno que almacenaron en los depósitos y una ventisca final que les mantuvo varios días sin poder salir de la tienda que fue su ataúd, donde se les terminó la comida y el combustible que les quedaba, a pocas millas del llamado Depósito de una Tonelada. Si lo hubieran alcanzado, es casi seguro que hubieran sobrevivido.
El grupo del Polo
En la tienda
Un dato que revela el heroísmo y la solidaridad de estos hombres fue la muerte de Oates. Se dio cuenta de que ya no podía proseguir porque tenía un pie congelado y sería un lastre para el resto del grupo. Sabia que el grupo no se iría sin el. Estando dentro de la tienda un día de fuerte ventisca, dijo a sus compañeros:
“Bueno, voy a salir un momento. Puede que tarde un poco”.......
Para que os hagáis una idea, las circunstancias del viaje de regreso fueron tales que el sólo hecho de calzarse antes de ponerse en marcha les podía llevar hasta una hora y media.
Uno de los últimos días, cuando ya son conscientes de su trágico destino, Scott escribe en su diario:
“Prácticamente le he ordenado a Wilson que nos entregue los medios para poner fin a nuestros males; … a Wilson no le ha quedados más remedio que obedecer, y es que de lo contrario habríamos saqueado el botiquín. Disponemos de 30 tabletas de opio, y él se ha quedado con un tubo de morfina.”
Las últimas anotaciones en el diario de Scott fueron:
“Me parece una lástima, pero creo que no puedo seguir escribiendo.”
“Dios mio, por lo que más quieras, cuida de nuestra gente.”
También tuvo el aplomo de escribir emotivas cartas de despedida y pésame para las esposas de sus compañeros.
Lo que mas impresiona de estos hombres no fue su condición física, ni su equipo, fue su voluntad inquebrantable. Siempre siguieron a delante, a pesar de que lo que deseaban, tal y como describe Cherry-Garrad, era caer lo antes posible en una profunda grieta y morir.
Algunos comentarios resultarían hasta cómicos, si no fuera por lo terrible de las circunstancias:
“Una vez fuera [de la tienda], alcé la cabeza para mirar alrededor, pero entonces descubrí que no podía bajarla. Llevaba allí unos quince segundos, y la ropa se me había quedado rígida, por lo que me pasé cuatro horas arrastrando el trineo con la cabeza levantada. A partir de entonces tuvimos cuidado de agacharnos para ponernos en posición de arrastre antes de que se nos helara la ropa”.
Otra cosa que impresiona de esta historia no es la expedición en sí, es la aventura humana de unos hombres que no dejaron de escribir en sus diarios hasta en las más espantosas condiciones, algunos como Scott hasta el día de su propia muerte; que no dejaron de tomar datos científicos aún contemplando la posibilidad de que quizás nadie los leyera; que colaboraron codo con codo hasta la extenuación en todas las tareas de la expedición sin la más mínima discusión con convicción, sin reproches, sobre todo, el comprobar lo desconocido de los límites físicos y psíquicos del ser humano en las condiciones más extremas que uno pueda imaginar.