¨EL CARACOL¨ I
Cuando nos decidimos a contar esta historia nuevamente pensamos en hacerlo de una forma diferente. Podríamos haber hecho un articulo técnico, pero había dos motivos para no hacerlo. La primera es que ya hacemos muchos de esos, la segunda es que este árbol ha tenido una placida vida sin trabajos vistosos. Su paso de árbol a bonsái ha sido pacifico y acomodado. Así que nos parecía mas interesante contar nuestras experiencias con él.
Esta historia comienza allá por el año 2001, cuando esta pieza entra en casa y pasa a ser la niña bonita de la colección. La forma en que fue cultivado entonces está muy lejos de los métodos que utilizamos hoy en día, pero no había apenas literatura al respecto, ni nadie que tuviera un conocimiento amplio de esta fase del proyecto (que nosotros conociésemos) . La poca información que entonces se podía conseguir, teniendo en cuenta lo que el tiempo nos ha enseñado, era absolutamente inútil, y casi siempre contraproducente, demasiados mitos, demasiados errores.
No podemos negar que en esa época tener entre manos una pieza así nos superaba ampliamente. No sabíamos por donde meterle mano. Durante al menos un par de años la pieza descansó en su cajón de madera, tiempo que fue utilizado para trabajar otros ejemplares más sencillos, necesitábamos hacer mano, y sobre todo experimentar.
En esos años cometimos atropellos con otras piezas pero también fuimos comprendiendo la fisiología y las particularidades de esta especie.
Los tópicos fueron nuestro mayor escollo, teorías sobre sustratos, riego, exposición al sol, abonados, podas pinzados, ... cuantos errores.
El tiempo nos ha demostrado que ¨siempre¨ la solución más sencilla es la mejor, y que ¨absolutamente todo ¨esta inventado.
Se que lo que voy a decir no es compartido por muchos que creen en ¨otras¨ formas de trabajar son posibles, pero nuestra experiencia es que esas otras formas ya han sido estudiadas hasta la saciedad por generaciones que nos han precedido, y no han funcionado con la eficacia que los métodos de trabajo modernos obtienen. Como es lógico me refiero a la meca del bonsái, a Japón. Si alguien piensa que no han probado a cultivar en turba, o tierra con arena, o graba, o a pinzar de todas las maneras posibles, o a podar en todas las épocas posibles , o a regar de todas las maneras que se puedan imaginar, o a abonar con todo lo que se puede tener a mano, está muy equivocado. Lo han probado todo, y por ende han cometido ya todos los errores posibles.
Cometer estos errores por enésima vez no atiende a la razón, sino al empecinamiento irracional de aquellos que creen que aun pueden inventar el agua en polvo.
No cabe duda de que pueden introducirse ciertas variaciones en función de las características particulares de nuestras especies autóctonas, o de sustratos locales, si bien en Japón hay casi todos los que aquí conocemos. Pero estas diferencias son mínimas, son solo matices.
Así que razonando un poquillo llegamos a la conclusión que para aprender a hacer paella el mejor sitio no debe ser Budapest, y para aprender bonsái el mejor sitio debe ser Japón. Y como no podíamos llevar la planta a Japón tuvimos que esperar a que Japón llegase aquí.
Dicho y hecho, cargamos con unas sabinas y toda nuestra ignorancia, le pusimos dos metros cúbicos de ilusión y nos plantamos en Tarragona, que no es una ciudad de Japón, pero para nosotros eso era lo más parecido a lo que podíamos optar. Impartía unos talleres el Maestro Takeo Kawabe, fue el primero de otros muchos maestros japoneses con los que trabajaríamos en el futuro, cada uno de ellos con sus habilidades particulares y todos ellos con conocimientos a mares.
Fueron días especiales por muchos motivos, se nos abría un nuevo horizonte, conocíamos a los aficionados de la Asociación de Tarragona que son una gente cojonuda y conocíamos a Kawabe, otro mundo.
Estábamos más perdidos que un sordo en un tiroteo, y no teníamos ni idea de que podía pasar en un ¨tinglado¨como este. Los de la asociación de Tarragona pillaran el doble sentido de ¨tinglado¨
Desde el primer momento nada fue ¨ típico ¨ para unos acostumbrados a los talleres de aquí.
Si algo hemos descubierto a base de trabajar con los maestros orientales es que cada uno de ellos tiene sus particularidades y su especialidad.
Me arriesgaría a decir que el Maestro Kawabe no es el más técnico, pero es el mejor si lo que quieres es aprender a comprender los arboles, base imprescindible para la técnica. Solo la casualidad quiso que tuviésemos la fortuna de comenzar por el sitio correcto, por el maestro correcto.
Aprendimos a ¨mirar¨ y a ¨ver¨ los arboles, aprendimos que antes de modelar hay muchos otros pasos, que hacia falta cimentación, estructura, tabiques, suelos.... y que el tejado era lo último .
Pusimos dos alambres, literalmente, cortamos una rama, literalmente y el resto fue literatura. Al terminar el taller pensamos que habíamos colocado el alambre mas caro de nuestra vida. ¿1500 km para eso?
Hay señor, lo que es la ignorancia. Tardamos días en ¨comprender¨cada frase, que el maestro se había encargado de grabar a fuego con sus estilo particular y directo en nuestros cerebros. Solo pasado algún tiempo comprendimos que el maestro no quería hacernos un bonsái, quería plantarnos una cimentación para que lo hiciéramos nosotros. Y vaya si lo hizo, fue sin duda la mayor lección que aprendimos nunca. Sin ese día tan extraño hoy nada seria igual.
Posteriormente trabajaríamos con el varias veces más, y cada minuto con el vale lo que cuesta.
Con el maestro Kawabe aprendimos a aprender.
¨EL CARACOL¨ II
Los primeros modelados se realizaron todavía en su caja de madera, comenzaba a atisbarse que la planta prometía, aunque el resultado era pobre, pero no sabíamos hacer nada mejor.
Poco antes había nacido ¨EL CARACOL¨ como tal, nombre con el que fue bautizado por Erasmo García en una visita a mi casa, y con el nombre se ha quedado hasta hoy.
Posteriormente paso a maceta, amplia fea y barata, no fue plantado así para que estuviera cómodo, es que creíamos que estaba bien, nada más lejos de la realidad, esta feo con saña.
Y volvió a Tarragona, a manos del Maestro Kawabe, como en la ocasión anterior poca faena sobre la planta pero mucha mucha información, habíamos pasado la fase de los cimientos y comenzábamos con la fase de la estructura.
Atiborramos al maestro a preguntas, sobre poda, pinzado, tierra, cultivo, abonado, tiempos y fases para los trabajos...
Nos fuimos de allí con un plan de trabajo definido y una maceta más apropiada que localizamos cerca y a la cual el maestro dio el visto bueno.
Todavía recuerdo cuando llegué con la maceta y le pregunte si era apropiada (más me valía, no habia dinero ya para más), la miró, la cogió en la mano, leyó los sellos y golpeo con los nudillos el fondo varias veces para escuchar el sonido que emitia, como una campana, entonces asintió y dijo que ok, que le quedaba bien y ademas era buena. Aun hoy tengo claro que no tengo ni idea de macetas sobre todo porque no sé ¨escucharlas¨
Nuevamente descubrimos que teníamos demasiados ¨vicios¨ a la hora de trabajar, y demasiados datos erróneos. Otra vez tendríamos que replantearnos nuestros métodos de trabajo y quitarnos esos ¨vicios¨
En esta ocasión la gran lección del maestro fue que todo debe hacerse para algo, que cuando vas a acometer una labor has de saber si es el momento, para que lo estas haciendo, que ocurre si lo haces y si es eso lo que necesitas. La palabra es ¨ planificación ¨, cosas como ¨como no se que hacer voy y lo pinzo porque tiene brotes..... ¨ no son una buena idea.
Dos frases fueron el eje de su taller con nosotros:
¿para que? y ¨si algo esta bien, déjalo estar¨.
Un año después llegó el momento de pasar a su nueva maceta.
No había escasez de raíces como se aprecia, estaba muy sana y parte de las raíces fueron eliminadas.
Se desenredaron pacientemente todas las raíces finas y se eliminó toda la tierra original, aun había tierra de monte.
Esto no hay forma de meterlo en la otra maceta, así que seguimos quitando, con criterio.
Había una raíz gruesa que salia de una vena que no tenia muchas raíces finas. No se podía cortar, pero no entraba en la maceta.
Así que al igual que si de una rama se tratase se enrafia, se alambra...
Y para adentro, sin mas problema, en un trasplante posterior unos años más tarde ya se pudo eliminar totalmente.
Y así nació lo que seria definitivamente ¨EL CARACOL¨, con su postura correcta, su maceta algo mas apropiada y con mucho camino por andar.
Pero eso en la siguiente parte.
Pero eso en la siguiente parte.
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